1. Por qué ese diálogo llevaría a un replanteamiento de las políticas de seguridad, lo que quiere decir que alguien va a tener que aceptar que se equivocó de estrategia. Calderón, en su soberbia, no va nunca a aceptar eso. Aceptar el replanteamiento de la política de seguridad sería aceptar su error. El preferiría dar tumbos como ciego (y llevarse al país entre los pies) que aceptar que la regó. 
  2. Nadie va a poder llegar a ese diálogo, a esa mesa, sin una agenda ulterior. Eso sería lo más desgastante: tener que leer entre líneas a todos los asistentes. Todos van a querer jalar agua a su molino, y es obvio: son políticos profesionales, políticos de carrera. Una razón más de por qué la política debería de estar en manos de los ciudadanos.
  3. Sumado a la falta de liderazgos jóvenes, que con creatividad y unidad podrían empujar una agenda que cambie realmente la política de seguridad, no he oído a nadie (más que a los académicos) dar propuestas concisas, con diversos escenarios y planteamientos para un cambio. No he oído propuestas aterrizadas de ningún político ni ningún partido, entonces el diálogo en sí serviría como escaparate mediático y nada más. Mucha forma y poco fondo.
  4. Suponiendo que Calderón aceptara que su estrategia no sirve y que políticos y partidos se pusieran de acuerdo y dieran verdaderas propuestas viables, tendrían que hacer un gran esfuerzo para que asistieran todos y cada uno de los líderes históricos y morales de todas las corrientes ideológicas que forman parte de nuestro sistema político. La falta de sólo uno de ellos después podría ser usada como pretexto de que no fue un diálogo democrático o incluyente y esos grupos podrían rechazar así los resultados y las propuestas que surjan de ese diálogo. A menos que asistan todos a ese diálogo, las resoluciones del mismo tendrían pecado de origen.

Este post surgió como una serie de 5 tweets, una mañana de sábado que desperté pensando en política.

Les comparto las palabras del Dr. Rafael Rangel Sostmann, Rector del Sistema Tecnológico de Monterrey, donde nos invita a ver el futuro, a contribuir. A ser ciudadanos, a tomar el destino de México en nuestras manos.

 

Dame una razón para esta tragedia.

San Luis Potosí, SLP

Martes, 22 de marzo de 2010

Estudio en el Tecnológico de Monterrey campus San Luis Potosí desde primero de Prepa.

Quiero a la Institución, me gusta su modelo. En ella he encontrado muchos amigos, no todos estudiantes; en ella he encontrado oportunidades, en ella he encontrado a mi segunda casa.

Soy el Presidente del Consejo Estudiantil del Campus y Presidente de mi carrera, Derecho. Mañana tengo que dar un discurso en la Ceremonia de Solidaridad, un acto que tendremos a mediodía, en el marco de la tragedia que cimbró a la Comunidad Tec el viernes.

Detalles hay muchos sobre estos hechos. Versiones bastantes. Dudas hay más. Pero eso no me importa ahorita. Mi preocupación inmediata es que no sé que voy a decir mañana en frente de la Comunidad Tec de mi Campus.

Me recomendaron que hiciera un discurso de unidad, donde reflejara la esperanza de los jóvenes y dijera que todo va a estar bien si trabajamos juntos, pero, ¿sábes que? Ya no estoy seguro.

Esto del Tec me duele, y me duele mucho. Algunos van a decir que exagero, o exageramos, que hemos crecido mucho los hechos, y que no ha lugar con tanta indignación. A ellos les pido comprensión: si bien hemos estado muy involucrados y enterados de la ola de violencia que envuelve a nuestro país, no habíamos sido tocados, como Comunidad, por algo tan duro, tan feo, como lo que pasó el viernes.

Comprendo ahora mejor la indignación de las madres de Juárez cuando vieron que a sus hijos les llamaban sicarios y delincuentes, sin tener razón o información alguna en ese sentido.

Siento la desesperanza de los padres de la Guardería ABC, por que a pesar de todos los discursos oficiales, las estadísticas indican que no se va a hacer nada al respecto.

Entiendo el coraje de Alejandro Martí cuando pidió la renuncia de los funcionarios, incapaces para detener la guerra en la que nos vemos envueltos.

Nos ha cambiado la vida a todos los que formamos parte del Tec, sin importar la ciudad donde esté nuestro Campus. Ya no nos sentimos tan seguros como antes, siempre va a quedar el recuerdo de que dos compañeros, inocentes y ejemplares, murieron abatidos por las balas de… ¿quién?

No sé con que cara me voy a parar mañana enfrente de esos alumnos, esos maestros y les voy a decir que todo va a salir bien. Antes del comunicado del sábado lo podría haber dicho, por que lo creía.

Creía que a pesar de todo lo que pasara, el Estado seguía teniendo la supremacía, creía que en México, los ciudadanos preocupados somos más, creía que realmente era una guerra (que aunque no fuera de mi agrado) podría ser ganada.

Díganme tonto, díganme todo lo que quieran. Sí, fuí ingenuo, confiado, estúpido. Pero de verdad lo creía. Pensé que mi labor como mexicano era creer eso: confundía creer eso con creer en mi país. Son cosas completamente diferentes, y hoy lo puedo ver.

Un profesor tuiteó el viernes que le daba tristeza ver como el país se nos iba de las manos, todavía ahí no creí que fuera así. En esos momentos, según las versiones oficiales, los muertos seguían siendo sicarios, no eran estudiantes; no eran compañeros.

Me sorprendí cuando vi el segundo comunicado. Los muertos eran de los nuestros. Eran de los que, como yo, como mis amigos, se desvelan estudiando, salen del Campus a deshoras, están en el Tec.

A días de distancia, todavía no sé como digerir esto, todavía no sé que voy a decir mañana. No estoy enojado, es algo más fuerte: es una sensación de coraje, de hartazgo, que hace que sienta calor en el cuerpo y cansancio en la mente.

Me da coraje el pensar que, a pesar de todo lo que hemos vivido como país en el poco tiempo que ha pasado de este 2010, mucha gente va a empezar a preocuparse a raíz de que ahora los muertos son Chicos Tec. Por increíble que parezca, muchos no saben de la masacre en Juárez, muchos no saben de las ejecuciones del puente pasado, en Guerrero, muchos no saben nada.

Estoy harto por que siempre escucho el mismo discurso de los que gobiernan: siempre velarán por que se llegue hasta las últimas consecuencias, siempre harán que la justicia actué con toda su fuerza, siempre tendrán en mente el pesar de las familias de las víctimas. Y mañana tendré que decir algo similar, tendré que decir que todos podemos con esto, que hay que unirnos en torno a la causa, que México puede.

Si sé una cosa que me gustaría decir: a Jorge Antonio y a Javier Francisco los matamos todos. Si alguna vez dimos una mordida a un tránsito, si alguna vez compramos un producto pirata, si alguna vez hicimos lo posible por salirnos con la nuestra, entonces nosotros somos los asesinos de Jorge y Javier. Nos estamos matando a nosotros mismos, y no nos queremos dar cuenta.

Comentarios he escuchado muchos, desde los que sin razón dicen que no debían de estar en ese lugar a esa hora hasta los que exponen el sentir de la Comunidad después estos hechos: hoy fue Monterrey, pero mañana puede ser cualquier Campus, puede ser tu amigo, tú mismo.

Otros más dicen que sería mejor irnos del país. Eso nunca resuelve nada: México es un proyecto, es un proyecto de todos, y ha costado sangre y esfuerzo y sudor. Abandonarlo ahora sería dejar que todos nuestros muertos, hayan muerto en vano. Que no signifique nada nuestra indignación, que no valga la pena el alzar la voz.

Es claro que algo debe de cambiar, pero ya. Esta estrategia no funciona, estos no son resultados, esto no esta beneficiándonos en nada. Calderón siempre dice que EUA pone las armas y los clientes y México la droga y los muertos, pero no. El México de Calderón no pone los muertos: los muertos, desde hace tiempo, los ponemos los mexicanos, los de a pie, los comunes. No los ponen los partidos, no los ponen los gobiernos, no los ponen los encumbrados funcionarios.

Qué fácil es decir «Vengan, los estamos esperando» cuando eres el Secretario de Gobernación. Si lanzara un reto así yo, quedaría en menos de un día con la boca rota, tirado en alguna carretera. ¿Qué puedo decir? Puedo hacer eco de lo que dijo el Rector Rangel, por que a pesar de todo lo que pase, nuestro espíritu (por más difícil que sea) debe prevalecer: No nos vamos a asustar.

Vamos a seguir estudiando, vamos a seguir trabajando, vamos a seguir siendo quien somos. Es la mejor forma de honrar a nuestros muertos, a todos.

Otra cosa que sé que quiero decir es para las familias de Jorge y de Javier: estamos con ustedes. Sé que lo deben de haber oído muchas muchas veces en estos días, pero estas no son palabras huecas. De verdad, estamos con ustedes. Por eso la Comunidad Tec, hoy más que nunca, es la Familia Tec.

Aún así, no sé que decir mañana. No tengo ganas de decir nada. Lo mejor sería dirigir a los estudiantes en un minuto de silencio por todos los que han muerto por esta tonta guerra. No tardarán en surgir los gritos que harán que recordemos aquel «Hey, hey LBJ, How many kids you killed today?» o el «One, two, three, four. We don’t want your fucking war!» que gritaban los jóvenes estadounidenses contra la guerra en Vietnam. ¿Qué tienen en común estas dos guerras? Son impopulares, el grueso de la población no las apoya, nadie está seguro que se pueda ganar, y empezó a doler más cuando los jóvenes empezaron a morir, allá con el draft, aquí con estos cobardes crímenes.

Al final, y como escribí en otra entrada, los pueblos tienen los gobiernos que merecen. Y aquí es cierto, dolorosamente cierto. ¿Nos vamos a quedar con los brazos cruzados? Primero fue Juárez, luego Reynosa, ahora Monterrey. Mañana puede ser en mi campus, o en el tuyo. Mañana Jorge y Javier puedes ser tú, o yo. Y si no hacemos nada, y nos quedamos callados, vamos a ser.